El melasma es una alteración pigmentaria crónica, adquirida y de origen multifactorial, que se manifiesta como manchas marrón-grisáceas en zonas fotoexpuestas del rostro, especialmente frente, mejillas, labio superior y mentón. Es más frecuente en mujeres y puede tener un impacto significativo en la autoestima y la percepción de la imagen personal.
Desde la dermatología estética médica, abordamos el melasma con una mirada rigurosa, basada en la evidencia y ajustada a la historia clínica, el fototipo y las necesidades de cada paciente.
Aunque su origen no está completamente comprendido, existen múltiples factores que pueden contribuir a su aparición o agravamiento:
El melasma no es solo una mancha: es una alteración compleja de los mecanismos de pigmentación cutánea que puede reactivarse con facilidad si no se maneja de forma adecuada y continua.
El melasma no tiene una "cura definitiva", pero sí puede controlarse eficazmente con el tratamiento correcto y un seguimiento dermatológico continuo. El objetivo es atenuar las manchas, unificar el tono cutáneo, fortalecer la función barrera y prevenir recaídas.
El enfoque debe ser siempre individualizado, progresivo y seguro, evitando efectos rebote o irritaciones que puedan empeorar la pigmentación.
Algunas estrategias terapéuticas incluyen:
En consulta, valoro cada caso en profundidad para diseñar un plan que respete la tolerancia de la piel, el estilo de vida del paciente y la evolución de su melasma.
Muchas pacientes llegan tras años de usar cremas sin supervisión médica, o tras haberse realizado procedimientos inadecuados. El melasma es una condición que debe ser tratada por un especialista. Automedicarse o probar “productos naturales” sin base científica puede cronificar aún más el cuadro o dejar secuelas.
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